(Dibujo realizado por Josean Santos Navarro)
Este artículo fue escrito por el Representante del Distrito #25 (Ponce y Jayuya), Víctor L. Vasallo Anadón
Publicado por el periódico regional de Ponce: La Opinión del Sur (20 de enero de 2010)
Haití constituyó el segundo país de América en lograr su independencia allá para el 1ro de enero de 1804. La historia del vecino pueblo hermana está plagada de sistemas de gobierno que además de totalitarios fueron sanguinarios. Basta de recordar las incumbencias de déspotas y malevolentes tiranos como Dessalines, Christophe y el vesánico Francois Duvalier (Papa Doc). La escogida de estos autócratas así como de otros regímenes militares como de otros regímenes militares como el de Raoul Cédras, legó a esta nación caribeña una estela de podredumbre política e incultura democrática.
Empero, más allá de los infortunios provocados por la grey oligarca del despotismo, Haití es el país más pobre de las Américas. Como cuestión de hecho, el presupuesto que gasta Puerto Rico, en el renglón de educación es mayor que el que posee Haití para atender todas las necesidades básicas de sus constituyentes. A propósito de educación, la población haitiana cuenta con poco más de ocho millones de habitantes y de estos más de un 50% es analfabeta.
De por sí, son bastantes las tragedias que experimenta esta república con una crisis ambiental increíble, carencia de recursos naturales que posibiliten mejorar su economía y una agricultura que no les resulta suficiente para la subsistencia. De ahí que el poderoso terremoto que los devastara la semana pasada, represente la Tormenta Perfecta. En sí un acontecimiento y cataclismo provisto por la naturaleza que sumada a las crisis políticas y económicas, sumen a Haití estrepitosamente cuesta abajo y al caos.
Eso dicho, hay que reconocer que dentro de todo está la esperanza, la esperanza de un pueblo que se verá impactado al fin por el resto del globo con ayuda comunitaria. Lazos se extenderán y sus cimientos se construirán con conocimientos de todos los países que hoy dicen presente. En el pasado fueron evadidos, puestos en el olvido y hoy por tal razón tendrá un futuro donde la base no es Haití mirando hacía el mundo sino el mundo mirando hacía Haití. En la hora actual, darle la mano a los haitianos más que un imperativo político es un deber de cristiano. La parábola del buen samaritano, instruye sobre la sensibilidad de levantar al caído y de ser remanso para albergar a la esperanza. Ayudar es sinónimo de crecer como seres humanos. Compartir no es perder o sacrificar algo en una transacción, sino evidenciar la fuerza del alma para el desprendimiento de lo material en bien de aquellos que más lo necesitan. En estos tiempos presentes que convivimos ajustando el salario, es bueno recordar que no damos de lo que sobra, sino cuando duele. Aunque nos falte dinero, evidenciemos con actos que en nuestros adentros hay una mina de generosidad. Acerquémonos a nuestra alacena y despojemonos víveres y alimentos para enviarlos a los que en Haití sufren de hambre y desolación. Abramos nuestro botiquín e identifiquemos medicinas que sirvan de paliativos al dolor y a las enfermedades. Cooperemos con la causa de la reconstrucción del pueblo hatiano.
Como legislador en la Cámara de Representantes de Puerto Rico, quiero agradecer a los puertorriqueños que acudieron a mi llamado de solidaridad con Haití con énfasis especial al "Salvation Army". Aquellos que acarrearon suministros a los centros de acopio en las Industrias Vasallo en Ponce y en la oficina legislativa en Jayuya que Dios le multiplique su bondad en salud y creces.
Quisiera que el ejemplo de unión de los boricuas por la causa de Haití, sirva de ejemplo vivo para entender cuánto como país tenemos miras comunes. Podemos hacer tanto por nuestra educación, la salud, el desempleo, contra la droga, pero urge voluntad de propósitos. Requerimos de una reforma en nuestra visión de proceder en la vida. Puerto Rico, necesita conceptualizarse como unequipo, cuyo eje central sería una misión social.
En fin, juntos es la manera más expresa de construir un nuevo país y un Puerto Rico mejor.
Empero, más allá de los infortunios provocados por la grey oligarca del despotismo, Haití es el país más pobre de las Américas. Como cuestión de hecho, el presupuesto que gasta Puerto Rico, en el renglón de educación es mayor que el que posee Haití para atender todas las necesidades básicas de sus constituyentes. A propósito de educación, la población haitiana cuenta con poco más de ocho millones de habitantes y de estos más de un 50% es analfabeta.
De por sí, son bastantes las tragedias que experimenta esta república con una crisis ambiental increíble, carencia de recursos naturales que posibiliten mejorar su economía y una agricultura que no les resulta suficiente para la subsistencia. De ahí que el poderoso terremoto que los devastara la semana pasada, represente la Tormenta Perfecta. En sí un acontecimiento y cataclismo provisto por la naturaleza que sumada a las crisis políticas y económicas, sumen a Haití estrepitosamente cuesta abajo y al caos.
Eso dicho, hay que reconocer que dentro de todo está la esperanza, la esperanza de un pueblo que se verá impactado al fin por el resto del globo con ayuda comunitaria. Lazos se extenderán y sus cimientos se construirán con conocimientos de todos los países que hoy dicen presente. En el pasado fueron evadidos, puestos en el olvido y hoy por tal razón tendrá un futuro donde la base no es Haití mirando hacía el mundo sino el mundo mirando hacía Haití. En la hora actual, darle la mano a los haitianos más que un imperativo político es un deber de cristiano. La parábola del buen samaritano, instruye sobre la sensibilidad de levantar al caído y de ser remanso para albergar a la esperanza. Ayudar es sinónimo de crecer como seres humanos. Compartir no es perder o sacrificar algo en una transacción, sino evidenciar la fuerza del alma para el desprendimiento de lo material en bien de aquellos que más lo necesitan. En estos tiempos presentes que convivimos ajustando el salario, es bueno recordar que no damos de lo que sobra, sino cuando duele. Aunque nos falte dinero, evidenciemos con actos que en nuestros adentros hay una mina de generosidad. Acerquémonos a nuestra alacena y despojemonos víveres y alimentos para enviarlos a los que en Haití sufren de hambre y desolación. Abramos nuestro botiquín e identifiquemos medicinas que sirvan de paliativos al dolor y a las enfermedades. Cooperemos con la causa de la reconstrucción del pueblo hatiano.
Como legislador en la Cámara de Representantes de Puerto Rico, quiero agradecer a los puertorriqueños que acudieron a mi llamado de solidaridad con Haití con énfasis especial al "Salvation Army". Aquellos que acarrearon suministros a los centros de acopio en las Industrias Vasallo en Ponce y en la oficina legislativa en Jayuya que Dios le multiplique su bondad en salud y creces.
Quisiera que el ejemplo de unión de los boricuas por la causa de Haití, sirva de ejemplo vivo para entender cuánto como país tenemos miras comunes. Podemos hacer tanto por nuestra educación, la salud, el desempleo, contra la droga, pero urge voluntad de propósitos. Requerimos de una reforma en nuestra visión de proceder en la vida. Puerto Rico, necesita conceptualizarse como unequipo, cuyo eje central sería una misión social.
En fin, juntos es la manera más expresa de construir un nuevo país y un Puerto Rico mejor.