jueves, 23 de junio de 2011

Ángel O. Berríos - Alcalde de Alcaldes

CAGUAS



Este artículo fue escrito por Asunción Cantres Correa para la revista: Caguas (septiembre 2006)

El ingeniero Ángel O. Berríos Díaz se hizo sentir, marcó la historia del país, de su ciudad natal, Caguas y de su hogar.

Angeló como le conocía su pueblo fue un apasionado del deporte: presidente del Club de Atletismo, apoderado de los equipos de voleibol, atleta destacado en los 800 metros; abogado e ingeniero, profesión que ejerció primeramente en la Junta de Planificación. Su administración fue el comienzo de la verdadera transformación de Caguas al sentar las bases de una gran ciudad, en una época en que los municipios generalmente no tenían muchos fondos y sólo recogían desperdicios sólidos, arreglaban carreteras y administraban un hospital. Tuvo la visión de hacer gestiones para que Caguas recibiera fondos federales directos para obras públicas y desarrollo urbano y económico. Creó el Departamento de Deportes, la increíble plataforma cultural de la ciudad y las oficinas de: Planificación, Recursos Humanos, Desarrollo Económico, Vivienda, Seguridad, Servicios a la Famila y Asuntos Municipales.

Por su iniciativa se consiguieron programas federales para el desarrollo de vivienda,

de centros comerciales, el primer estacionamiento multipisos, todo con un efecto multiplicador. Además, presidió la Comisión para la Reforma Municipal, inicio de lo que lograría la autonomía de los municipios, fue presidente de la Asociación de Alcaldes de Puerto Rico (AAPR), miembro de la junta del Centro de Recaudación de Ingresos Municipales (CRIM), de la Administración de Desperdicios Sólidos (ADS) con la visión de iniciar los programas de reciclaje. De hecho, fue pionero en establecer una planta de trasbordo para manejar los residuos sólidos y separó un terreno para empresas de reciclaje.



A simple vista queda su obra y los firmes cimientos para continuar edificando la mejor de las ciudades que hoy es modelo en el mundo, todo un “nuevo País”. Sin embargo, es la estatura de su alma, su inmensa humanidad, lo que cincela su recuerdo en el corazón de su pueblo, de sus amigos más cercanos, de sus estrechos colaboradores, de sus hijos y de su viuda, cuyas miradas aún se anegan en lágrimas y con la voz quebrantada a duras penas pueden expresar cuánto lo aman, cuánto lo extrañan y cuán agradecidos están por haberlo tenido.



Con una foto en la que aparecen abrazados, tomada en la pasada Navidad, la última que pasaría con toda su familia, su viuda, doña Marta Silvestre de Berríos sólo puede hablar cuando se remonta a la ilusión de los días de juventud cuando apenas tenía 16 años y lo conoció. “Venía de Cayey los veranos para adelantar los estudios y me gradué de la Escuela Gautier Benítez. Nunca me había enamorado; mi mamá era una persona de fe, siempre estaba con ella en la iglesia y siempre le pedí a Dios que me consiguiera un hombre de cualidades como las de él, bueno, que hubiera estudiado, que fuera católico, que me respetara… Y me lo presentó, por lo que a cada minuto doy gracias”, dice doña Martita.



Comenzó a visitarme como amigo y seguimos así hasta que me gradué. Algo que siempre admiré de él fue su puntualidad, me decía que llegaría una hora y allí estaba puntual, la que no estaba lista era yo ”, dice con sonrisa traviesa. Se casaron en 1965 y tuvieron cuatro hijos: Ángel Orlando, Luis Orlando, José Orlando y Mariangeli. “Como esposo fue excepcional, para él todo estaba bien, todo estaba perfecto. Fuimos una pareja en la que cada cual hacía lo suyo, él me dejó ser y yo lo dejé ser. Y aunque estuvo metido en la política y trabajaba siempre, fue un padre maravilloso que les dio a sus hijos tiempo de calidad  ”, dice.



Su hijo mayor, Ángel Orlando, dio fe de este testimonio cuando lo presentó ante el pueblo en su juramentación en 1985 y también al despedir el duelo de su padre: “Papi, me siento muy orgulloso de ti. Tú, junto a mami, has sabido formar mi carácter y me has dado los más claros ejemplos de responsabilidad, honradez y profunda vida cristiana. Me has demostrado que el diálogo es el instrumento más eficaz que existe para que las personas puedan entenderse. Nunca he visto en ti el rencor ni la violencia ni ansias de poder…



Ese mismo carácter apacible es el que recuerda el ex alcalde de Caguas, William Miranda Marín (Q.E.P.D): “Al pensar en él pienso tantas cosas… me llamaba la atención que nunca lo vi con un enojo; si lo tenía nunca lo reflejaba ”, dice el ex alcalde. Su relación comenzó como fraternos de la fraternidad Phi Delta Theta y desde entonces se dio cuenta de que era una persona muy capaz. “Era una persona humilde, sencilla, un líder natural y lo que hizo a través del deporte y del ejercicio de su profesión lo fue cimentando, lo fue desarrollando porque Angeló llenaba espacio. Fue un don que Dios le dio, no era un liderato forzado, fluía y trabajaba con una intensidad tremenda. Creo que le dedicó los mejores años de su vida a su ciudad y lo hizo con un compromiso y un desprendimiento extraordinario, excepcional y ejemplar ”, reflexionó Miranda Marín.



Aún en esa intensidad laboral, traslucía el gran ser humano, generoso y compasivo, como lo recuerda el director del Departamento de Desarrollo Económico durante su incumbencia, don Elicier Flores Cay: “Angeló era una persona de gran calidad humana que yo lo describo como un humanista. Le gustaba ayudar a los necesitados, jóvenes, ancianos, incapacitados. Aunque fue ingeniero de profesión y estudió derecho, era un trabajador social innato. Además fue un gran deportista, tenía muchos atributos, era un hombre universal  ”.



Don Elicier era miembro de la Asamblea Municipal, precisamente cuando Angeló le dio la oportunidad al pueblo de escoger a los candidatos a asambleístas. “Tenía un gran sentido de democracia; fue el primer alcalde en Puerto Rico cuya asamblea municipal fue escogida por persona distintas a él ”, señala. También lo recuerda por su honradez y honestidad y su gran visión en todas las áreas. “Su labor es ingente en todas las áreas, cultura, desarrollo… realmente tiene un nicho en la historia de Caguas y Puerto Rico en la administración pública”, afirmó don Elicier.



El día antes de fallecer, Angeló recorrió su Caguas amado en compañía de su amigo incondicional y primer vice alcalde de Caguas, don Gilberto Castillo, quien apenas puede creer que ya no esté. Su dolor al recibir la noticia de su fallecimiento fue “exactamente igual al que sentí cuando me dijeron que falleció mi hijo en un accidente automovilístico”, expresa con la voz entrecortada por la emoción. Nacido en Aguadilla, don Gilberto llegó a Caguas haca más de 60 años. Trabajó en una industria manufacturera, al Consolidated Cigar, hasta 1972 aproximadamente, y comenzó con Angeló en el 1981 cuando éste creó el cargo de vice alcalde para poder equiparar los beneficios que don Gilberto recibía en la empresa tabacalera porque tenía sus hijos pequeños.



Como ser humano era extraordinario; un hombre que siempre he dicho que era un político fuera de liga. Personalmente era firme, tranquilo, muy sano, sencillo, humilde. Un hombre de familia; su esposa y sus hijos eran número uno; tuviera lo que tuviera iban siempre juntos a la iglesia. Trabajaba duro de día y de noche, en la oficina y en las comunidades. Le gustaba mucho ayudar a los jóvenes, siempre estaba muy pendiente de ellos, muchos estudiaron porque él los impulsó”, afirma don Gilberto. Esa relación de amistad se fortaleció cuando ambos se retiraron del servicio público.



Hoy, don Gilberto, custodio de un gran acervo documental y fotográfico de Angeló desde la Fundación Ángel O. Berríos Díaz, lo recuerda más como un ser humano que como político o como alcalde. “Al recordarlo simultáneamente recuerdo a una gente humilde que trabajaba aquí en el municipio a quienes nadie empleaba porque eran minusválidos y Angeló los trajo y les dio trabajo aquí, no se los mandaba a nadie, los empleaba con él. Son personas que actualmente siguen con sus limitaciones, reciben su seguro social, un ingreso, es la obra de Angeló que nadie conoce, en eso es que pienso. Doy las gracias por todo lo que hizo por mí y por todo lo que hizo por la gente necesitada, su humildad, su humanismo fue más grande que su obra”, concluye don Gilberto Castillo.



Son sin embargo sus propias palabras de despedida del servicio a su pueblo, el 13 de enero de 1997, las que hablan de esa inmensa humanidad: “ Al pasar revista por estos años de servicio a Caguas, mi satisfacción se transforma  en gratitud a Dios Todopoderoso por el gran honor de compartir su gran poder transformador con este humilde servidor público”.



El paso de este gran hombre que dejó una huella imperecedera en las páginas de la historia de Caguas, no le pone fin a una era. Su vida fue un evento que llevó a su pueblo a nuevas alturas. Por ello, la ciudad que tanto amó recuerda a Angeló como el “Alcalde de siempre”.


 

En la foto familiar, Angeló junto a su hija Mariangeli y su esposa, doña Marta Silvestre sentados. De pie, sus hijos: Luis Orlando, Ángel Orlando y José Orlando
(Foto cortesía de la revista Caguas - septiembre 2006)

Angeló: Alcalde de siempre. Caguas te da las gracias por tu excelente trabajo
(Foto cortesía de la revista Caguas - septiembre 2006)