(foto cortesía de bibliotecavirtualut.suagm.edu)
Este artículo fue escrito por la redacción del periódico EL EXPRESSO (Bayamón)
edición del 15 al 21 de julio de 2010
Rafael Cordero Molina nació en San Juan, Puerto Rico en el año 1790
Recordado como ejemplo de abnegación y altruismo, dedicó toda su vida a la educación de niños negros y mulatos sin percibir ninguna remuneración. Sus padres, Lucas Cordero y Rita Molina, fueron negros libres y con cierto grado de instrucción. De ellos recibió probablemente las primeras letras, ya que por su raza se vio imposibilitado de asistir a la única escuela existente en San Juan en esa época: dicho centro sencillamente no admitía negros en su alumnado.
Tan pronto aprendió a leer, se dedicó asiduamente a ampliar por cuenta propia sus escasos conocimientos y, gracias a su afición a la lectura, adquirió el nivel cultural necesario para el ejercicio de instructor de primera enseñanza. Su profundo amor por los libros le permitió así adquirir los conocimientos que más tarde compartiría con sus futuros alumnos.
Rafael Cordero se ganaba la vida con el oficio de tabaquero, pues jamás quiso cobrar nada por sus clases. En 1810, abrió en San Germán, una escuela para impartir la instrucción elemental a niños negros y mulatos, privados de asistir a las escuelas de los blancos.
El maestro Rafael, como es a menudo llamado, tuvo más tarde una pequeña escuela en la calle Luna de San Juan, que atendería ya sin interrupción hasta su muerte. En ella enseñaba a leer y a escribir, y también caligrafía, aritmética y doctrina cristiana. Entre sus alumnos tuvo también niños blancos pobres y algunos ricos, por la fama que tenía de enseñar a leer de corrido en poco tiempo.