jueves, 29 de septiembre de 2011

El otro 11 de septiembre





(cortesía de fotolog.com)


En 1973, un golpe militar en Chile acabó con el gobierno socialista de Salvador Allende


Este artículo fue escrito por Jorge L. Pérez para el periódico El Nuevo Día del 11 de septiembre de 2011


Por un tiempo, antes de que llegara el fatídico ataque a las Torres Gemelas y el Pentágono en 2001, la relevancia del 11 de septiembre como fecha fatídica estuvo ligada a otro ataque: aquel que el ejército chileno, en el cual figuraba el general Augusto Pinochet, desplegó en 1973 para derribar el gobierno del presidente Salvador Allende.

No se trató de un golpe de estado más: Allende, quien tres años antes se había convertido en el primer socialista que ganaba en las urnas la presidencia en un país latinoamericano, murió en medio del devastador ataque al Palacio Presidencial La Moneda.


La versión oficial, anunciada por el nuevo gobierno golpista, era que se había suicidado.
Sin embargo, buena parte de sus partidarios afirmaban que en realidad había sido asesinado por los soldados golpistas.


Para estos, según parece, la imagen de un Salvador Allende muriendo mientras se batía
a tiro limpio con sus atacantes tenia más ribetes heroicos que las de un hombre que se
mata de un disparo antes de que lo atrapen.



VARIAS VERSIONES

De acuerdo con esta versión, Allende fue rodeado en su oficina presidencial
y un capitán le exigió su rendición.

Allende gritaría: “¡Nunca!”  y entonces recibió  un disparo y una ráfaga de metralleta”.

De hecho, esa fue la versión que narro el propio presidente cubano, Fidel Castro en un célebre discurso que le dedico a la muerte de quien había sido su principal aliado en América Latina.


Otra versión, incluso, unía ambas vertientes: que Allende había sobrevivido su intento
de suicidio y que un ayudante entonces lo había rematado antes de que llegaran los militares.

Lo curioso es que durante años, la familia de Allende, que incluye a la escritora Isabel Allende, hija de un primo hermano suyo, respaldaba la versión del suicidio, basándose
en el testimonio dado en reiteradas ocasiones por el médico personal del presidente, el cardiólogo Oscar Soto.

Sin embargo, en 2008 surgió un nuevo informe que afirmaba la posibilidad de que el
cuerpo de Allende, al que se le había practicado una autopsia poco después de la muerte, presentara dos disparos, lo cual descartaría el suicidio.

Finalmente, en mayo pasado, las autoridades chilenas ordenaron la exhumación del cadáver, casi 38 años después de los hechos, para que se le praticara una autopsia
que de una vez y por toda aclarara la controversia.

Esta confirmó lo que siempre había dicho el doctor Soto, quien en 1998 publicó un libro titulado “El ultimo día de Salvador Allende”, que narraba los hechos de aquel primer fatídico 11 de septiembre.

Soto, quien había estado con Allende ese día, escribió que Allende había muerto producto de un disparo que el mismo se había infligido debajo de la mandíbula con un fusil AK 47, el mismo que le regalara su amigo Fidel Castro cuando visito Chile en 1971.

El rifle luego fue encontrado entre sus piernas.Incluso, Soto narró que en los días previos,
al considerarse inminente el golpe, Allende parecía resignado, hasta el punto de que el día antes del ataque, le había preguntado a su médico si el ya tenía listo su pasaporte.

Cuando el médico le pregunto a su vez si el tenia listo el suyo, este le respondió que no…“por razones obvias”. Con la nueva autopsia, el galeno, quien vive en España, vio compensada así las críticas y los cuestionamientos que había recibido durante años por los que, según parece, pensaban que el suicidio de alguna manera debilitaría la imagen de Allende.

Y, por el contrario, él lo vio como un acto más heroico todavía: al comprender que había triunfado el golpe instado por la Agencia Central de Inteligencia (CIA) y que el pueblo no tenía armas para levantarse contra el poder militar, Allende resolvió que solo su muerte evitaría más pérdidas humanas.

“El (Allende) tenía un temperamento muy fuerte” , analizó hace poco el Dr. Soto. “Cuando vio la situación definitiva, militarmente perdida, tomo dos decisiones: una, impedir que eso fuera una masacre para los civiles que estábamos ahí; y después… su inmolación”.

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